Aunque ya no se comenta mucho el asunto y se ha dejado como versión oficial el dictamen del Instituto de documentación de Guerra de Holanda, quienes aseguran que el Diario de Ana Frank está escrito por una misma persona y que los materiales utilizados (tinta, papel, encuadernación) son circunstanciales… Lo cierto es que también hay una espesa bibliografía donde se plantea lo contrario.
Estudios sobre la grafía de Ana en varios documentos, historia del bolígrafo (popularizado su uso seis años más tarde de la muerte de la autora); el argumento muchas veces se aleja de lo esperado en la mente de una niña. Los detalles en contra son tantos como los a favor.
Se habla incluso de la falsificación más grande del siglo XX y por otro del testimonio más importante del sufrimiento judío durante el holocausto. Winston Churchill dijo que la primera víctima de la guerra había sido la verdad, y tanto es así –en todas- que la historia oficial del mundo se puede contar como una serie de intenciones políticas.
La verdad es a veces nociva y la mentira inmortal. Sea verídico o no el diario de Ana Frank, su posible falsedad se ha usado también para demostrar la candidez de los nazis, pero sucede que en las calles de los pequeños pueblos holandeses aún se pueden leer las estadísticas. Cuántos judíos vivían en este barrio y cuántos regresaron. El holocausto fue real, cruel, eléctrico…
Ana Frank
¿Fue en realidad dura la guerra en el país de los tulipanes? Hace unos días me acompañó en un tren un señor que tenía doce años en la época del conflicto. Casi la misma edad que Ana. Sus ideas eran vagas y nuestra conversación contradictoria.
No era judío, pero su idea de aquella época no se parecía en nada a la que hoy nos transmite la historia oficial. No fue tan malo, me decía mientras miraba hacia adentro de sí, trataba de recordar. La reina se fue a Inglaterra, pese a que los alemanes le pidieron que regresara. El Partido Nazi nombró Reichkomissionar a Albert Seyss-Inquart y todo siguió más o menos como antes, me dijo.
Nada mencionó el exterminio de judíos en los pueblos ni los hechos ocurridos en la plaza Dam al final de la guerra. Tampoco la complicidad de Los Países Bajos con el gobierno de Hitler.
Al comenzar la Segunda Guerra Mundial Holanda se declaró neutral, siguiendo el comportamiento que unos años antes, durante la Primera, le había resultado ventajoso; pero el 10 de mayo de 1940 los alemanes atacaron y en una semana Holanda se había rendido.
Páginas del original del diario y foto de Ana Frank
Como escarmiento los alemanes –aún no se sabe bien quién tomó tan drástica decisión- bombardearon Rotterdam hasta destruirla. La administración del país quedó en manos del Partido Nazi Holandés.
En cuanto a los judíos de 140 000 que habitaban el país solo 30 000 sobrevivieron. Lo que la historia oficial no cuenta es que en su mayoría –también es el caso de Ana Frank- no fueron los alemanes quienes realizaron los arrestos ni la transportación, fue la policía holandesa.
La historia no cuenta que en ningún país presa de la ambición nazi, encontró Hitler mayor colaboración que en Holanda. De las 10 000 familias judías escondidas en Ámsterdam, la mitad fueron denunciadas y hasta el sol de hoy nadie sabe por quiénes. Tal es el caso de Ana Frank y su familia.
Ellos fueron detenidos por tres miembros de la policía verde (instrumento represivo holandés al servicio nazi) y un oficial de la Gestapo. De esos tres policías, uno de ellos estuvo trabajando sin ser molestado hasta que murió en 1980.
Muchos de estos 140 000 judíos habían venido de Alemania. Se establecieron en pequeñas poblaciones pero la mayoría vino a residir en Ámsterdam. Otto Frank, el padre de Ana, era un exitoso comerciante de Frankfurt. Entre otros negocios tenía una fábrica de medicamentos; que no era la gran cosa pero daba para pagarse una vida acomodada.
Cuando el Partido Nacional Socialista tomó el control del poder en Alemania, Otto Frank decidió mudarse a Ámsterdam, donde instaló una fábrica de sustancias químicas para la curación de carnes, y fue exitoso de nuevo, pero no por mucho tiempo.
Otto Frank poco antes de su muerte.
Pronto los alemanes hicieron obligatorio el uso de la estrella de David para todos los judíos y no tardó mucho en llegar el momento de esconderse. Otto Frank era un hombre habilidoso. Puso la fábrica a nombre de uno de sus socios no judíos, construyó habitaciones secretas en el fondo de ésta, y cuando llegó el momento hizo correr la noticia de que había escapado a Suiza con toda su familia.
Se escondieron en el Achterhuis (la casa del fondo) como la llama Ana Frank en su diario. A partir de ahí comienza la historia de sobra conocida hasta que por distintas razones todos los habitantes del escondite mueren en los campos de concentración, excepto Otto Frank, quien además de la estrella de David, sin dudas tenía la otra buena estrella.
Al salir del campo de concentración el padre de Ana Frank regresó a Ámsterdam. La versión más conocida y oficial dice que una vecina le devolvió el diario, encontrado justo el día de la detención. Otto Frank confesó haber eliminado las partes concernientes a los problemas entre su esposa y él y aquellos fragmentos donde la niña describía su floreciente sexualidad –en otras ediciones estas partes se han vuelto a incluir-
En vista al poco valor literario fue difícil conseguir una primera publicación, pero dos años después salió a la luz en Holanda. Luego en París y hasta ayer por la mañana se había traducido a más de setenta idiomas y va por 25 millones de copias el diario de Ana Frank. Como ya dijimos al principio, el cuadernillo está guardado en los archivos del Instituto de Guerra de Holanda.
Si es verdad o mentira el diario, si el padre lo reescribió completo, no importa mucho hoy a los representantes del culto a Ana Frank. Es como esa contradicción de un país que permite el consumo de marihuana, pero nadie es capaz de explicar de dónde sale; o tiene el más conocido barrio de putas del mundo, pero casi ninguna es holandesa.
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