Plaza Dam en Ámsterdam. Breve historia

Alejandro Cernuda



Voy a la plaza Dam e imagino su río el Amstel, pienso en la gran obra, más filosófica que urbana llevada a cabo esta gente para desviarlo y construir esta ciudad, allá por el siglo XIII.

Había un asentamiento en cada orilla del río, así de simple. Entonces decidieron hacer un dique para unir todo en una ciudad. Como su nombre lo indica, pues Dam es presa en holandés, o dique, lo que hoy se conoce como el Monumento Nacional, es el punto medio de este trabajo. Y Ámsterdam es sólo la presa sobre el Amstel, aunque en realidad es mucho más que eso. 

Dije más filosófico que urbano porque es conocida la forma en que se solía afrontar este tipo de trabajo comunitario en Los Países Bajos. Debido a las condiciones climáticas, a la poca amabilidad del agua por todas partes, la falta de recursos humanos y a la necesidad de crear una infraestructura comercial que les permitiera sobrevivir, los habitantes de estas tierras bajas crearon un sistema de trabajo colectivo. Única manera de desarrollar la región si se tiene en cuenta su carencia de recursos al estilo de los imperios.

Los antiguos habitantes de los Países Bajos no contaban con otra mano de obra que las suyas propias y para eso era necesario un acuerdo entre hombres libres. Muchas discusiones e imponer la voluntad colectiva por encima de escepticismos e intereses personales… Parece demagogia, lo sé. 

Luego la ciudad fue cambiando según su desarrollo o caprichos de Napoleones y magnates. Así, el Dam que conocemos hoy estaba conformado por dos plazas, cualquier arqueólogo avezado lo puede constatar aún. Y su función era comercial. Marcaban el centro de la ciudad. Cuando el Palacio Real, antes ayuntamiento, fue convertido en residencia de Luis Bonaparte, este mandó a demoler la Casa principal de la Plaza del Mercado, pues justamente le obstruía el paisaje.

Antigua estatua en la plaza Dam de Ámsterdam

Antigua estatua en la plaza Dam de Ámsterdam antes que colocaran el actual monolito. Erigida en recuerdo de la campàña de los diez días contra Bélgia y conocida popularmente como Naatje van de Dam - Foto Pieter Oosterhuis 1856.

La estatua antigua de la plaza Dam

Antes del monolito que conocemos hoy la plaza tuvo una columna de piedra con una estatua de mujer en la parte superior, pero fue retirada en 1914. 'Naatje van de Dam', así era conocida popularmente; algo que más o menos significa “la nada del Dam”. Se erigió para conmemorar la Campaña de los Diez Días contra los belgas y también fue el primer monumento nacional con que contaron los neerlandeses. Eso sí, fue erigida veinticinco años después de aquella contienda. Cuando ya casi nadie lo recordaba.

Su deterioro comenzó en poco tiempo. Ya en el primer invierno se le congeló la nariz y se rompió. Al parecer el escultor flamenco Louis Royer descuidó un poco la calidad de los materiales. Le retiraron la cabeza para arreglarla, entonces se le cayó un brazo. Estaba tan desecha que, con cada visita oficial a Ámsterdam, la cubrían de flores para esconder sus heridas. Menos de sesenta años después de haber sido erigida la retiraron.

La causa de su retiro en verdad no fue el deterioro, el inexorable paso de la línea del tranvía era más pertinente en ese momento. El plan fue recolocarla en otro sitio, pero nunca sucedió. Estuvo un tiempo después en el patio del museo de la ciudad, hasta que casi desaparece bajo el musgo y la hojarasca.

La plaza un poco más tarde

Hoy tenemos, a un costado de la plaza, el Monumento Nacional, monolito que rinde homenaje a los muertos en la Segunda Guerra Mundial. Tiene 22 metros de alto, está rodeado por representaciones de los mártires alzándose a los brazos de Jesús. Tiene dos leones y el escudo de la ciudad. No es un monumento relevante en cuanto a valores artísticos, pero ya lo hemos dicho en otra parte, las obras tienen un alma independiente a su creación. 

El Dam se convirtió en los años setenta en lugar de peregrinaje para el movimiento Hippie. Muchos jóvenes plantaron albergue alrededor de este monolito y toda actividad revolucionaria, en cualquier parte del mundo, estuvo representada de alguna manera. Sólo que un día, sin avisar, se aparecieron los marines y desalojaron el sitio de gente de pelo largo aún a medio camino de la conciencia dentro de sus sacos de dormir.

Ámsterdam es una de esas ciudades donde todo parece quedar muy cerca. A unos pasos de la plaza Dam podemos encontrar el Barrio Rojo, tal vez uno de los lugares más típicos y visitados de la ciudad.

Fueron enviados al Vondelpark, pero quien conozca este paraíso artificial, muerto de paz dentro de una ciudad viva, sabe que ningún movimiento hippie que se respete iba a sobrevivir allí, donde la gente decente va a pasear sus perros y quien fuma marihuana hoy no lo hace en nombre de ninguna revolución. 

En este momento la plaza del Dam se encuentra entre el carácter estricto de los edificios que lo rodean, la oficialidad de un acto por el Día Nacional, turistas con cámaras fotográficas y confianzudas palomas.

Pocos saben de la matanza que en este lugar llevaron a cabo los alemanes llenos de soberbia y en retirada, aquel día 7 de mayo de 1945, cuando se reunieron muchos para celebrar la victoria. Es la plaza del Dam, o fue, más que el centro de una ciudad, el lugar de encuentro de la historia que fue y la que viene. Amén.

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