Georges Simenon es uno de los escritores de literatura policial más importantes del mundo, tal vez el más humano y sin dudas el más prolífico.
Hay escritores que hacen el pan con un texto: Sallinger, Rulfo, Cervantes, Flaubert. Otros trabajan como posesos por el dios del desenfreno: Shakespeare, Balzac, Galdós. Quien escoja alguno de los extremos con el propósito de encontrar la quintaesencia del proceso de creación, tendrá que renunciar a un número importante de buenas obras. Es un fenómeno, por otra parte, que ha ocurrido en todas las artes: entre un Beethoven que parecía parir con dolor cada obra y un Mozart que jugaba a componer; entre Van Goh y Manet. Entre Chaplin y Grifith o tal vez Fellini.
En 1922 un joven de diecinueve años nacido en la ciudad de Lieja, Bélgica, se fuga con su novia a París. Otro bohemio, otro artista en la Ciudad Luz y sin dudas un miembro del segundo grupo de escritores que mencionábamos al principio. Su nombre: Georges Simenon. Para esa época el futuro novelista que siempre pensó en grande- había dejado sus estudios para probar suerte en distintos trabajos y escrito una que otra novela y más de 800 columnas humorísticas para un periódico local. Tenía 19 años.
Se me ocurrió escribir de Simenon la tarde en que entramos al bar del pequeño hotel frente a la estación de Delfzijl. Allí estaba tras un cristal la foto del comisario de la policía judicial de París Jules Maigret, un artículo de periódico manchado por los años y (tal vez) la colección completa de las novelas protagonizadas por el comisario de la policía judicial francesa. Simenon había estado allí. La ciudad de Delfzijl, de difícil localización en los atlas escolares, había ganado un lugar en el mapa literario el día en que se publicó Crimen en Holanda, la octava novela de las 75 en que aparece el comisario Maigret. Luego la ciudad me fue mostrando como en acertijo las evidencias de aquel crimen. Una estatua, una tarja, una señora que accedió a brindarme la bibliografía necesaria.
Maigret es distinto, y esa es la mejor excusa para escribir sobre él. El comisario de la policía judicial francesa es humano sin ser imbécil o creer que el lector lo es. No juega al héroe ni al antihéroe. Es simple. todo lo humano lo es. Tiene esa sencillez desconcertante de los personajes en la literatura europea.
Varios actores que interpretaron al inspector Maigret se dan cita al pie de la estatua de Georges Simenon en Delfzijl, Países Bajos.
Años después de aquella fuga a Paris Georges Simenon, se va a la nada de La Rochele. Como Odiseo de Calipso, Simenon huye de Josephine Baker, su amante en ese momento. Luego se irá a otras latitudes, sin parar de viajar, escribir, y pagar prostitutas. Su vida está marcada por la sucesión de paisajes, moteles, bares, como en la cinta de una película, o eso nos hizo creer. Pero lo fundamental está en lo escrito, más de 200 novelas, 22 volúmenes de su biografía, más de 50 películas basadas en su obra, más de 500 millones de copias vendidas.
Holanda, tal vez el sitio de nacimiento del personaje. Georges Simenon, el creador de Maigret, asumió a lo grande su trabajo literario. No sólo escribió sus obras, sino que las promocionó muchas veces sin el apoyo de nadie. Era un escritor nacido en Lieja y lo demás, y hombre de feria que se sentaba en una cápsula de cristal a escribir un cuento mientras el público ensimismado miraba el reloj. Su éxito es una prueba del ímpetu, pero también algo más: hay una calidad imprevisible en sus libros, algo que levanta el vuelo como esos primeros avioncillos de los hermanos Wright, que se elevaban unos metros y luego caían, y así una y otra vez con ese algo que podríamos llamar la evidencia del ritmo de la creación. Así es la literatura de Simenon.
Dicen que cuando se publicó la primera parte de sus obras completas, en 1966, Simenon mismo confirmó que Maigret había nacido como personaje en la pequeña ciudad costera de Delfzijl. Luego los expertos se ocuparon de desmentirlo. Puede parecer un hecho banal y lo es, pero la sociedad moderna se asienta también en un conjunto de superficialidades de este tipo. Menphis vive su fama de ser la cuna del rock and roll, Verona se sacia todos los días en Julieta, Aracataca florece y ocurre una serie infinita de hechos que pueden culminar con las razones expuestas en la lucha por conservar Jerusalén; así un hecho subjetivo es el interruptor en la habitación, que inaugura la catarata en Ontario.
Cuenta Georges Simenon que en septiembre de 1929 iba de París a North Cape en Noruega, cuando su barco, debido a una rotura tuvo que atracar en el puerto de Delfzijl. Durante unos días, cuatro o cinco si nos atenemos a su testimonio. Cuenta el escritor que durante esos días escribió la novela Pietr le-Lettón (1930) primera donde aparece el inspector Jules Maigret. Sin embargo, los expertos y mi fuente dicen que esto es imposible, que Pietr le-Letton no pudo haber sido escrita antes de abril de 1930. La novela que nuestro hombre escribió en Delfzijl fue Le château des sables rouges. Donde, claro que hay un inspector de la policía francesa, pero su nombre es Sancette y no se parece en nada a Maigret. Por otra parte, dos libros de una época más temprana en la carrera del autor: La figurante y La femme rousse se encuentra un personaje que es el prototipo claro de Maigret. Y lo que parece un olvido o un acto involuntario de la escritura, es considerado por los expertos una omisión voluntaria, porque los libros fueron escritos bajo seudónimo.
Maigret tiene una pequeña participación, casi un cameo en Train de nuit, escrita en 1929 y un papel un poco más importante en La Maison de l'inquiétude. Es muy difícil lidiar en todo este asunto del nacimiento de Maigret con la opinión de los expertos y tener en cuenta a la vez que ya en el año 1930 Simenon publicó 4 novelas donde Maigret era el personaje principal, y de ahí se desató una carrera contra el tiempo. El mismo Georges Simenon aclara que no era bueno el año si no escribía más de cinco novelas. El autor, sin dudas, quedó impresionado con esta breve visita al norte de Holanda. Tres de sus novelas se situaron en esta zona: Le château des sables rouges en Roodeschool, L'assassin en Sneek y Un crime en Hollande (1931) en Delfzijl. En eso parecen coincidir los expertos y el autor.
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