Elecciones en la aldea. Fútbol, brujería y política en África

Alejandro Cernuda

La madre de mi informante, claro que conocía a la madre de uno de los candidatos y ella era buena persona, por tanto, el hijo sería bueno también. Pero el padre de mi amigo tenía diferencias por no sé qué negocios de tierras con el padre de este candidato y entonces decidió votar por el otro. Así una parte de la casa quedó adornada con los carteles del candidato de madre buena y la otra con su contrario. La casa se dividió en dos frentes políticos. La base matriarcal de la sociedad africana hizo que los cuatro hijos apoyaran a la madre, en tanto el viejo solo pero fuerte, mantuvo su entusiasmo hasta el último momento.

Poco después de empezar los comicios se acabaron las boletas y más de la mitad de la población, reunida ante las urnas, esperó en vano una solución. Hasta que alguien decidió hacerlo a la antigua. Se formaron dos filas. Una para cada candidato y entonces se contarían las personas y ese número se sumaría a las boletas ya marcadas. Frente a cada fila el candidato sonriente. En una la madre de mi amigo y en otra el padre. Cuando llegaron hasta el viejo, este le hizo un guiño al contador y le dijo: Me conoces desde hace años, sabes que tengo cuatro hijos que por desgracia trabajan a esta hora. Ellos me encargaron que te recordara sus votos a nombre de nuestro partido. Así que el contador sumo cinco votos. Y unos minutos después oyó la misma historia en la otra fila.

Por eso dice mi amigo que las diferencias políticas nunca mellaron la armonía de su familia y cuando la madre y el padre llegaron a casa todo había sido resuelto. Ah, pero en aquel momento, cuando el contador se volvió hacia el viejo y le dijo que su esposa reclamaba a su nombre el voto de los cuatro hijos, se formó una que no tuvo solución hasta que por otros mecanismos la votación de toda la familia fue anulada y el candidato de la madre resultó ganador. Dice mi informante que su viejo sólo le quedaba un: Es un ladrón igual que los otros, igual que todos… eso decía cuando el nombre del nuevo jefe de la aldea era mencionado por cualquier motivo. Nada más.

Supongamos que le creo y eso convierte esta conversación en un testimonio y por tanto cruza la raya del periodismo. ¿Y por qué no voy a creerle? Las elecciones suceden, incluso en África, y cuando un hecho se repite tantas veces ocurren situaciones particulares, digamos que caprichosas coincidencias. Así, que no le sorprenda a nadie si un aspirante a gobernador en un pueblo pequeño concentra su campaña en un tipo específico de elector –se hace así en otras partes, ¿no?- y decide apuntar a los seguidores del Manchester United, que por cierto eran muchos en aquellas aldeas del oeste profundo de Nigeria. Y por supuesto, su contendiente para no quedarse atrás enfocó su campaña en el Chelsea Football Club

Puede parecer curioso, surreal o realismo mágico, salido de la pluma de los escritores del Boom literario; pero lo cierto es que la idea tenía un marcado interés psicológico en alejar a la gente de los problemas verdaderos –muchos problemas- a la vez que daba la oportunidad de mezclar el devenir político con una serie de actividades deportivas y un poco más. 

Como estas elecciones iban al tiempo que la Champions League, cada juego de ambos equipos se convirtió, allá, donde nadie se entera. En una cruda lucha de intereses políticos. Los hechos fueron desde las reuniones formales en el estado mayor de los partidos –tan serio como si tuvieran algún poder sobre la dirección del equipo- hasta el sacrificio de animales para obras de yuyú. Me cuenta el informante que pintaban una vaca con los colores del equipo, la paseaban por el pueblo y luego la sacrificaban.

Mientras duró el Champions League hubo preparatoria de elecciones y la campaña llegó a cobrar los efectos de recaudar dinero –recuerden que hablamos de un pequeño pueblo en África- para premiar a los jugadores de Chelsea y el Manchester United.

Luego ninguno de los dos equipos logró clasificar, pero en el pueblo se necesitaba igual un gobernador –o alcalde, qué sé yo a esta altura- y por fin se improvisó una pequeña sala de votaciones. Es en este momento que mi amigo comenzó su historia, pues nuestra conversación previa iba de diferencias domésticas, y él me dijo que pese a que su padre y su madre pertenecían a distintos partidos, esa rivalidad no había socavado las bases de la buena familia.

Pero que si te gustaba el Manchester United podías conseguir trabajo fácil en algunas granjas del pueblo y en otros nunca si no hablabas bien del Chelsea.

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