Schiermonnikoog, una isla de Frisia

Alejandro Cernuda



Desde que Natuurmonumenten puso sus ojos en Schiermonnikoog y arrastró allá, de reunión en reunión, a mi amigo Casper, desde ese momento comencé a tener conciencia de que muy al norte había una isla que un día iba a visitar. En agosto iremos, me dijo él; y sabes que hay una vía, una forma de ir caminando desde tierra firme. Pero es un camino que solo conocen los guías. Adentrarse caminando diez kilómetros en el mar… A mí no me interesaba tanto una experiencia que solo me traería frío. Por el contrario, las descripciones de la isla que me hacía Casper me resultaban un tanto misteriosas debido a su poca expresividad en palabras y sí en silencios. El paisaje es distinto, me decía… los verdes, las dunas, la arena infinita. Toda descripción quedaba mutilada.

Sendero en Schiermonnikoog, perfecto para un viaje en bicicleta

Sendero en Schiermonnikoog, isla en Frisia. Países Bajos.

Casa decorada con salvavidas en las paredes

Casa junto al mar, decorada con salvavidas.

Ya lo conté en mi libro Nokia Suite, pero allí faltan las imágenes de esta isla del norte de Holanda. En Frisia, para ser más exactos. No es fácil llegar a Schiermonnikoog y mucho menos para los turistas que no ven mucho más allá de Ámsterdam y tulipanes cuando se habla de los Países Bajos. Hanif y yo tuvimos la suerte de un par de bicicletas, tiempo y un ferri, cuando éramos pobres y felices.

Mujer, niña y perro en la playa

Mujer preparando una cometa en la arena de Schiermonnikoog

Dos bicicletas abandonadas en la playa.

Dos bicicletas aparcadas en las arenas de la playa.

Schiermonnikoog... Es una isla distinta para quienes, acostumbrados a la insularidad tropical, nos aventuramos al norte. Un paraíso de verdes que contrastan en la poca vida que el clima les permite. Antes de llegar; sin embargo, basta adentrarse en el mar de Wadden, ver confundirse la arena fangosa con la espuma de alguna ola gris para pensar que no puede haber nada después de esto, que el mundo ha terminado y este es sólo un borde, la escoria del horno. Donde el viento frío parece adormecer en pleno vuelo a las gaviotas y algunos turistas aprovechan los escasos días de sol para… quién sabe.

Entrada a la playa de Schiermonnikoog

Entrada a la inmensa playa.

El clima no es amable en Schiermonnikoog . El mar escurridizo a veces no permite a los ferris llegar, otras es posible casi hacerlo andando. Por aquellos tiempos, Casper trabajaba de vez en cuando en la isla, en un proyecto de parque natural que no sé hoy si se logró. El caso es que la exótica isla de Frisia salía a menudo en nuestras conversaciones. Siempre terminaban para mí con un leve tirón de la curiosidad. Así un día comencé en mi bicicleta a aproximarme a la costa del norte, cada día un poco más cerca, como quien no quiere las cosas. Apurado tal vez por el subconsciente.

Franjas de colores y diques

Franjas de colores y diques en el paisaje.

Amigos en la playa en un día nublado

Jovenes amigos en un día nublado de playa.

Hanif se tomó la libertad de invitarse él mismo y acompañarme a un viaje que no por difícil dejaba de ser para él una experiencia nueva en muchas direcciones. Jamás había pedaleado tanto ni tenido, por tantas horas, que hablar con una misma persona en un idioma extraño. Su bicicleta no dejó de cloquear como una gallina hasta que la limpieza del paisaje de Schiermonnikoog la hizo enmudecer en el par de horas que permanecimos allí. Luego nos peleamos un poco porque él quería pernoctar en cualquier duna y yo, por el contrario, estaba dispuesto –y así lo hicimos- a hacer el camino de regreso. No recuerdo más. Habíamos pedido una cámara fotográfica. Se nos rompió y le compramos para resarcirlo, un par de zapatos al dueño.

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